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Artigos-->Padres Héroes -- 28/01/2008 - 18:12 (Carlos Rogério Lima da Mota) Siga o Autor Destaque este autor Envie Outros Textos
Original de Carlos Rogério Lima da Mota

*Adaptado en Español por Rodrigo Teixeira




¿Quién no se acuerda de aquella triste escena ocurrida año pasado en Franca, en el interior de San Pablo, en que el chico Gabriel Marcos Campos se cayó en la reserva de agua de aproximadamente cuatro metros de profundidad mientras su madre, Maria Jerónima Campos, cogía agua de una mina próxima al local? El caso atravesó el país, fue noticia hasta en la CNN en español. Para quien no se recuerda, la madre, poseída por el miedo de perder el hijo, “el bien más importante de su vida” - palabras de ella misma, saltó en el pozo para rescatarlo, aunque no supiera nadar. Increíblemente, agarrándose a las puntas del pozo, cogió el niño por la gola de la playera y, con la ayuda de populares que se aproximaban del local a lo que perciban sus gritos, acabó por salvarlo. El rescate, fotografiado por un reportero de la media local, acabó en la capa del periódico Cotidiano de la Hoja de San Pablo (Folha de Sao Paulo”), del día siguiente.



Horas después, cuestionada por su acto heroico, la mujer, cuya ingenuidad era evidente por la forma de hablar cargada por errores de concordancia, se miró fijamente para las cámaras de la televisión y dijo: “¿Lo que una madre no es capaz de hacer para salvar un hijo? ¡Hasta morir, si fuera necesario!”



¡Y ella está correcta! Los padres son capaces de cualquier cosa por la felicidad de un hijo, eso acontece porque ¡tener un hijo es algo sublime! ¡Tan sublime como el afecto celestial! Y por un hijo, así como Dueña Maria, un padre es capaz de arriesgar la propia vida, pues un hijo no es sólo la continuidad genética de un “blasón”, pero parte de dos personas unidas por el amor, el más puro de los sentimientos humanos, aunque escaso los días actuales. Y en la relación entre padres y hijos no hay sólo el contacto físico, como el beso en la hora de dormir o el abrazo en la hora de levantarse, pero el metafísico, revelado por medio de la donación de las mismas características psíquicas y espirituales de los progenitores.



La Historia está llena de hechos que comprueban eso. ¿Tu que eres padre, nunca presintió peligro rondando su prole? ¿Nunca sentiste algo que lo tenga sufocado, trayéndole a la mente, de inmediato, la imagen del hijo que estaba en peligro? Si aún no pasó por esa situación, agradezca a Dios, pues la sensación es terrible, indescriptible, de un amargo en la alma sin precedentes.



Con esas palabras, años atrás, una madre describió lo que podría haber entrado hacia la Historia como una de las mayores tragedias del país. En su cuarto, arreglando la cama, ella tuvo un vértigo, se apoyó a la pared y suspiró. En aquel instante, la imagen del hijo de cuatro años le corrió a los ojos. Desesperada, ella pasó a buscarlo. Del lado de fuera, los albañiles habían terminado de escorar el portón de 2 metros y estaban descansando, así no percibieron la presencia del chico. Cuando abrió la puerta de la sala, la madre notó que las escoras estaban prestes a caer y el portón, próximo a los trescientos kilos, caería sobre el hijo, matándolo en instantes. Sin pensar, la mujer arrastró el chico para el lado y, sabe allá como, con sus 54 kilos, consiguió coger el portón, cuando este cayó de un golpe.



Hay otro caso también impresionante de como el amor de un padre por un hijo hace la diferencia en el momento en que su vida corre peligro de muerte. ¿Acuerda de aquel niño que se alzó a un lago en New York y casi fue engullido por un cocodrilo? Sólo no lo fue porque su padre, impulsado por una fuerza mil veces mayor que a del reptil, abrió la boca del “asesino”, antes que él pudiera transformar el niño en una cena. Delante de relatos como esos, científicos afirman que hombres y mujeres, cuando se hacen padres, dejan el capullo de la juventud para tras y asumen el papel de guías, conduciendo la prole por los caminos ni siempre apacibles de la vida. Es en ese momento que ellos se hacen adultos, responsables, colectivos en los más íntimos deseos, uniendo a todos en una verdadera familia.



Así explica la Ciencia: si algún miembro de la familia corre peligro, el cerebro de aquel que está más próximo, sea del padre o de la madre, libera una sustancia aún no conocida, multiplicando en miles de veces la fuerza del envuelto... Es como si él se transformara, por algunos instantes, en un verdadero súper-héroe - aunque destituido de cualquier fantasía, algo que sería prácticamente imposible en una situación normal. ¡Y aún dicen que familia es cosa del pasado!.. ¿Será realmente?





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