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Artigos-->LOS ESPIRITUS -- 20/06/2005 - 12:01 (Marcelino Rodriguez) |
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LOS ESPÍRITUS
Fue hace ya muchos años, por lo menos veinte, cuando leí por primera vez el
libro de los espíritus, con el estilo didáctico y noble de Allan Kardek.
Sentí
entonces, intuitivamente, la dimensión de los nuevos caminos para la
comprensión de la vida, un camino secreto, dramático y mágico, con aquel
toque
seductor que tienen los espíritus. ¡Qué bueno era tenerlos cerca!
Después vino el mundo, con su torrente de apetitos y desilusiones
terrenales, y
me arrastró por el torbellino de la vida profana, en donde intenté, de todas
las maneras, defenderme y encontrarme... Pero solamente la tierra, con sus
días
fugaces, nunca me ha sido suficiente. Siempre he tenido el ansia de la
eternidad, de los mundos distantes...
Fue entonces cuando mi ser, sintiendo el exilio terreno, privado de bienes,
solitario, apenas con lo esencial, calumniado, incomprendido, herido en sus
ideales, sintió de nuevo la necesidad, aunque de modo casi inconsciente, de
saber cómo andan los espíritus en los tiempos de hoy; los amigos del más
allá
que hacen menos solitaria y ardua las tareas terrenales.
De pronto me llegó a las manos –interesante incluso para los que no lo
creen– el
libro Dimensões da verdade, de Divaldo Pereira Franco, médium que se
comunica
con Joana de Angelis. ¿Cómo, si no un alma del otro mundo, podría adivinar
nuestros dolores más sutiles? Veamos qué dice el espíritu: “Reflexionas,
ensimismado, con el espíritu inquieto: ¡jamás he pensado que me iban a
alcanzar
tales aflicciones! Lamentas, angustiado, conjeturando: esperaba ingratitud,
por
supuesto, pero no de quien me la ha causado. Murmuras, cansado, con el
corazón
destrozado: ¿hasta cuándo serán injustos y rigurosos conmigo? Consideras,
herido, pensando: ¡qué despiadados son los que me combaten! Ni siquiera
intentan saber si he actuado como creen que lo he hecho. Evocas, con los
ojos
húmedos, todos los momentos dolorosos en los que cambiaron de opinión los
amigos, con la misma rapidez con que se formaron las opiniones anteriores.
Familias con problemas, hermanos hostiles, cónyuges en lamentables
litigios,...”
Por lo tanto, amigos, los espíritus nos señalan los más recónditos
sufrimientos
del corazón, que muchas veces pasan desapercibidos al mundo y a los que nos
rodean. Nos dejan con la esperanza poética de que, incluso en los días más
desoladores, no estamos solos. Además de lo que vemos y de nuestros cuerpos,
hay quienes nos cuidan desde las esferas sublimes. Buenos compañeros, ¡los
espíritus!
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