Esta es la pregunta del millón. La que todos nos hacemos.
El obrero, que trabaja en una fábrica, no sabe cuando se quedará sin trabajo, por el cierre definitivo, por el traslado de la misma a un país más rentable, debido al alto costo de producción del nuestro.
El empleado, que trabaja en una empresa, en un negocio, tampoco sabe cuando cerrará sus puertas el comercio en el que está empleado, por que las ventas han caído a límites que el comerciante ya no puede sostener.
El profesional, que con su título bajo el brazo, no encuentra oportunidades para desarrollarse y vivir dignamente de su trabajo.
El desocupado, al que prometieron pronta recuperación de la economía y, por ende, nuevas posibilidades de empleo, y hoy observa todo con total descreimiento, sintiendo que todo lo que le dijeron fueron mentiras, adornadas para conseguir su voto.
Todos hemos perdido la dignidad de sustentarnos, y sustentar a nuestras familias, con el producto de nuestro esfuerzo, de nuestro trabajo.
¿Y nuestros líderes? Ellos viven, o creen vivir, en un mundo donde las cosas marchan por el buen camino, pues cobran altos ingresos que no se condicen con la real situación del resto de la población.
Leía, unos días atrás, que aumentó a cuatro millones el número de personas que viven por debajo del límite de indigencia. ¡Dije bien! ¡No por debajo del límite de pobreza sino por debajo del de indigencia! Por debajo del de pobreza hay alrededor de trece millones, lo que representa casi un 40% de nuestra población. Pero no son números. ¡Son personas!
El límite de pobreza indica que tienen necesidades básicas insatisfechas, que su ingreso es de $ 57 por mes, o lo que es lo mismo, de menos de $ 2 pesos diarios. Si repartimos esa cifra en cuatro comidas diarias (¡Lo que es una utopía!), representan 50 centavos por comida. ¿Quién puede darle de comer a una familia con 50 centavos? ¿Y entonces que representa el límite de indigencia? Directamente que están expuestos a la buena de Dios, pues no tienen ingresos. ¡Ni $ 2 diarios!
¿Y nuestros líderes? Ellos prometen bonanza para años futuros. ¿Y en estos años de que vive toda esta gente? ¿Pueden posponer necesidades básicas como comer? ¿O como educar a sus hijos para que tengan mayores posibilidades en el futuro? ¡Ni hablemos de la salud!
Si esto hubiera ocurrido en los años sesenta o setenta, hace mucho que ya habría estallado todo. En esa época estábamos más politizados que hoy, pero no extraño años pasados como mejores. Solo me pregunto que habría sucedido.
Estamos sentados encima de un volcán, que solo necesita una chispa, una muerte cualquiera para estallar. Sin embargo nuestros líderes actúan con posterioridad a la ocurrencia de los hechos, como si nada de esto ocurriera. Ellos no han comprendido que las urgencias de los necesitados, los desposeídos, no pueden esperar, solo necesitan encontrar un líder que las canalice, para exteriorizarse en forma organizada y con más violencia que la que hemos visto hasta ahora.
Si leyeran, o recordaran la historia, lo entenderían, por que así comenzó la Revolución de Mayo en las Provincias Unidas del Río de la Plata, de toda América, la Revolución Francesa, la Revolución Bolchevique, la Revolución Cubana, o cualquier otra que quieran recordar, con líderes que gobernaban de espaldas a sus respectivos pueblos.