Con profundo dolor, con una gran tristeza, casi con desesperación, sumado hoy a un inmenso sentimiento de furia e impotencia, que desde hace tiempo ya, se acrecienta día a día, veo en qué transformaron éste, mi país, nuestro país, los dirigentes políticos, sindicales y de otros estratos. Debo hacer una salvedad cuando me refiero a dirigentes. ¡Es un título que les queda absolutamente grande, pues no son nada más que inútiles, incompetentes e ineptos, ávidos de una porción de poder, por más pequeña que ésta sea! Mientras se peleaban por ese pedacito de torta, el país entero se hundía y se incendiaba por los cuatro costados, y ellos en su ceguera ni siquiera lo percibieron. Recién comienzan a reaccionar, asustados por perder sus privilegios, durante los violentos hechos del 19.12.2001, incitados quizás por activistas, pero que en realidad no necesitaban de éstos para estallar. Cualquiera que siguiera los acontecimientos de cerca, podía percibir que nos dirigíamos directamente al caos, al desborde social, por las actitudes mezquinas de quienes tenían el deber, no el derecho, de conducirnos generando hechos positivos, enseñando con el ejemplo. Pero el egoísmo y la ambición desmedida, unidas a un insaciable deseo de poder, no les permitieron ver algo tan simple. ¡El hambre, la falta de trabajo, la falta de futuro, llevó a la gente común a reaccionar con desesperación! ¿Saquear un supermercado, un negocio de electrodomésticos, u otro cualquiera, llevándose bebidas, televisores u otras cosas por el estilo, es cosa de gente común? ¡No! ¡Participaron delincuentes comunes, pero también gente desesperada, superada por las circunstancias! Pero también hubo mucha más gente que expresó su rabia con el sistema del “cacerolazo”.
Pero no quiero que esta nota sea solo de desesperanza. Soy un optimista innato, y creo que de esta crisis se sale. ¿Cómo? No hay recetas mágicas. De esto se sale con mucho trabajo, con mucho esfuerzo y, principalmente, participando. ¡No dejemos que los mismos incapaces de siempre vuelvan a manejar, ni nuestro presente ni nuestro futuro! Soy un hombre común, un ciudadano con los mismos derechos y obligaciones que el resto, con defectos y virtudes como cualquier ser humano, que hoy, gracias a Dios, aún tiene trabajo, pero que no quiere dejar, nunca más, su vida en manos de incompetentes, que la ponen en tan alto riesgo. Para evitar que esto vuelva a suceder es que creo profundamente en nuestro derecho y nuestro deber de participar activamente en nuestro propio gobierno. ¿Porqué participar? Hoy lo vemos en la Asamblea Legislativa que, en lugar de resolver rápidamente quien regirá los destinos de nuestro país, antepone intereses personales o de grupos privilegiados. Demostremos, mediante un cacerolazo continuo, incesante, estruendoso, en todo nuestra Argentina, que no estamos dispuestos a dejarlos hacer nuevamente lo que quieran, en su propio beneficio.
