Estimado televisor:
Por la presente deseo informarle que excedió por lejos mi capacidad de soportar su vana charla.
Sin abundar en detalles, no olvido los cruentos noticieros, con sangre en su pantalla, y su voz, imitando malamente a las personas que muestra su imagen.
Recuerdo también los estridentes programas de “entretenimientos”, que sólo atraen por lo material de los premios. O aquellos ciclos educativos, aburridos a más no poder, cuando con un poco de imaginación, hubiera logrado efectos atrayentes.
No puedo dejar pasar los novelones, donde la chica, siempre pobre y campesina, se enamora del apuesto y rico muchacho despectivo y aburrido de la vida.
Tampoco quiero dejar de lado las “hermosas” series norteamericanas, o mejicanas, o vaya uno a saber de qué lugar, donde nos enseñan a deformar alegremente el castellano, siendo éste un idioma tan completo.
Llegado a este punto, iba a terminar con mis reclamos, pero faltaba un comentario relativo a sus programas de “humor”. Realmente, que abundancia de estupidez, y de reírse impunemente de las desgracias ajenas, las más de las veces provocadas intencionalmente, por el sólo placer de desencadenar la risa a costa de burlarse de los demás.
Intimándolo que cese en su actitud, me despido sin saludarlo muy atentamente. Click.