En el momento de mayor efervescencia del público antes de la definición del Campeonato Mundial de Fútbol de 1950 en Río de Janeiro, la intervención del capitán de la selección uruguaya antes sus compañeros resultaría decisiva para alcanzar el heroico triunfo por 2 a 1 sobre Brasil. Las tribunas del estadio Maracaná estaban colmadas por unos 200 mil espectadores, cuando Obdulio Varela plantó bandera en el vestuario. "No piensen en toda esta gente, no miren hacia arriba, la final se juega abajo", arengó el inolvidable "Negro Jefe" al plantel "celeste", antes de soltar una suerte de grito de guerra que resultaría clave: "¡Los de afuera son de palo!".

Afuera, 52 millones de brasileños animaban el clima triunfalista que se respiraba en el país antes de ese partido que clausuraría el cuadrangular final, en el que España y Suecia habían quedado fuera de la discusión por el título. Incluso la banda musical preparada para los festejos estaba lista para entonar la melodía "Brasil campeón".

El temple de Varela ante la adversidad contrastó con las palabras resignadas que eligieron los dirigentes que acompañaban a los jugadores "charrúas" para dirigirse al equipo antes de que saltaran a la cancha: "Con llegar a la final ya han cumplido, traten de no ser goleados, jueguen dignamente y compórtense como caballeros". Para colmo, el director técnico Juan López Fontana había ordenado un planteo netamente ofensivo.