DARSE CUENTA
Me di cuenta de que podía volver a bailar. Y sola.
Podía cantar ,acompañando mismo desafinadamente,
las músicas que más admiro y que me tocan el corazón.
Entonces me di cuenta, inclusive, de que hablar con mis plantas
no era cosa de soledad, sino de compañía, porque yo también las acompaño
a ellas.
Percibí por la ventana de la sala, que unas personas porfiadas
que tienen un bar en la esquina a unos 100 metros de mi casa,
sólo tienen eso para divertirse, y por lo tanto, como eso es parte de sus vidas
tuvieron que ser abordadas por la policía para cerrar el comercio y cumplir
las reglas implantadas por la salud pública.
Me di cuenta de que tenía tiempo para separar ropas que no uso más,
para juntar libros que ya leí, y que pueden servirle a tanta gente…
Y me dí cuenta de que aún soy capaz de llorar , sin drama, pero de llorar
aunque el motivo sea imaginarme como duele a una persona en Italia,
en Irak, en España, el hecho de enterrar a sus abuelos que no estaban enfermos.
Muchas más cosas vinieron, para mostrarme
que me podía dar cuenta de todo lo que había ido dejando de lado,
cosas importantes, actitudes, rincones…
Pero igual no puedo agradecerle al vírus
por esta pandemia.
Puedo, sí, entender de una vez por todas como es importante parar,
cómo es interesante mirar hacia adentro
y cómo es posible, por más que nos quieran convencer de que lo mejor
es acatar lo que viene de afuera, lo que impone la moda, lo que aparenta ser,
lo valioso es aquello que nos llama de adentro, nos muestra lo que es real
y nos hace sentir vivos, así como las ganas de bailar. Aún solos.
Me he dado cuenta de la importancia de parar
para retomar el camino del lado de la Vida
y seguir.
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