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Artigos-->Pensar a Buenos Aires -- 22/07/2002 - 07:47 (Fernando Olszanski) Siga o Autor Destaque este autor Envie Outros Textos
Pensar a Buenos Aires

El pensar a Buenos Aires desde Japón no es nada extraño. No son pocos los que sueñan con la capital mundial del Tango. Aquí, en la tierra de Pikachu y Godzilla, Buenos Aires suena a ícono, a baluarte, a una utopía de ciudad encerrada en tiempo y memoria, con códigos distintos, inexplicables, subyugantes y la vez narcóticos. ¿Y uno se preguntará por qué? ¿Habrá en el mundo dos sociedades tan diferentes como las japonesa y la argentina? Sí, por supuesto que las hay, y también podría mencionar cientos de cosas que difieren entre japoneses y porteños. Pero es más interesante buscar en los puntos en común. Hilemos fino, investiguemos en las trazas, en lo esencial, en el alma de dos pueblos que necesitan creer en algo para sobrevivir. Y ese algo se resume en una palabra poderosa y adictiva. Una palabra que encierra muchos lineamientos abstractos, lineamientos relativos y absolutos. Algo que empuja sin manos y que es el rasgo de personalidad más saliente de estos dos estilos de vida. Esa palabra es mística.

Convengamos en definir a Buenos Aires como a un ángel vicioso que se olvidó de como volar. Esa imagen de cara de reo, de alas con plumas despeinadas, y de túnica salpicada de nicotina, conmueve las fibras más íntimas. Eleva el estado de impureza hasta lo inmaculado. Y eso seduce. ¿Pero por qué específicamente a los super tecnificados y perfeccionistas de los japoneses? Por eso mismo, por la antítesis, por lo opuesto. ¿Para qué elegir héroes inventados, cuando un tango nos muestra un Rambo real batiéndose en las ochavas oscuras de Buenos Aires? Después de todo, a los samurais y a los ninjas, los ven todos los días en la pantalla del televisor, ahora más que nunca con facciones occidentales. Soñar que se es Prudencio Navarro o Cruz Medina, suena más exótico e interesante.

Esta suerte de reflejo entre dos culturas, no pasa por la moda mundial que hoy en día es el tango. Sino más bien por ese sentimiento por lo sobrenatural que los japoneses tienen. En el Shinto, la religión japonesa, el convivir con ánimas y espíritus es cosa de todos lo días. Lo oculto se hace cuerpo, lo que acontece en la sombra, es vital en la relación hombre-entorno. Ese condicionamiento, es similar a la mitología porteña. Personajes de cualquier tipo, sufriendo y superando avatares propios y ajenos. Ese aura de melancolía programada, los identifica con la mística de Buenos Aires.

Cualquiera que viaje un poquito, sabe que el mundo esta inundado de turistas japoneses. Van a París con sus super cámaras fotográficas. Aparecen en Nueva York con las más diminutas computadoras. Se pasean por Nueva Dheli con el más sofisticado de los celulares. Y por supuesto van también a Buenos Aires y llevan todo ese equipo a cuestas, pero, esa ciudad en especial invita a soñar. ¿Por qué? ¿Qué la hace diferente? El simple hecho de que la historia aún no ha sido contada. Hay más tradición oral que escrita. El papel es documento, la palabra, que puede ser cantada, abre la imaginación, estimula las musas, emborracha los sentidos. La historia no es sólo fechas, nombres y batallas. Es la gente que la transita y que fabrica su propio destino día a día, es la visión que moldea la personalidad de la urbe con distintos acentos y actitudes. En fin, la historia de Buenos Aires es flexible, es cambiante, es irónica. Y eso la hace única e irrepetible. ¿Quién no se enamoraría de algo único e irrepetible? Después de todo, los japoneses no son de goma.

Para no aburrir más, no me imagino una Buenos Aires definida, si viera sus contornos, no sería la ciudad en que nací. Mi ciudad tiene espiritus caminando y deliberando por sus calles. Posee brillos opacos y fuentes sedientas. Mezcla a Borges y a Gardel de forma incestuosa. Crea y destruye mitos al borde de un precipicio imperfecto. Mística, la razón de la fascinación de los japoneses por Buenos Aires. Y la mía también por supuesto.

Domo arigato (muchas gracias).

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